El Crac de Nueva York fue una caída abrupta de los valores de las naciones transadas en la Bolsa internacional de valores de Nueva york, que provocó una honda crisis económica, primero en Estados Unidos, luego en Europa occidental y finalmente, en todo el mundo capitalista. Sus antecedentes son los siguientes:
La situación financiera: la Primera Guerra Mundial dejó a las naciones europeas en la crisis económica y monetaria.
La más desastrosa de estas crisis fue la brutal devaluación del marco alemán, cuyo valor se redujo a una millonésima parte en 1923. Si en 1918 un alemán compraba un kilo de pan en 0,63 marcos, en 1923 lo hacía en 201 millones.
En efecto, las economías europeas se volvieron dependientes de los créditos y remesas de dinero de Estados Unidos. Sólo Alemania recibió entre 200 y 300 mil millones de marcos. Gracias a estos créditos, la economía europea pudo recuperarse hacia 1924, aunque todavía con importantes tasas de cesantía.
La recuperación comercial ocurrida a partir de 1924 provocó el surgimiento de proyecciones económicas que sobrevaloraron las posibilidades reales de la economía. Así, muchos empresarios se dedicaron más a la especulación financiera (a proyectar mayor crecimiento a futuro) que a la producción.
El sector industrial: la industria de la década de 1920 experimentó un crecimiento notable. En los ámbitos de la electricidad, los automóviles, petróleo y la industria química, la economía se expandió fuertemente a lo largo de la década.
Pese a esta expansión, la industria ferroviaria se hallaba estancada, como consecuencia del desarrollo de un competidor, el automóvil. El mismo caso ocurría con el carbón, ante la competencia del petróleo.
Los “locos años veinte”: la recuperación de la moneda provocó un quinquenio (1924-1929) de expansión del comercio y del consumo mundial. Como resultado de la mayor cantidad de dinero circulando en las economías europeas, y gracias a la fortaleza mundial del dólar, se expandió el consumo.
Esta situación dio la imagen falsa de la que se vivía en la época de bonanza, de ilusión, una “edad de oro”. Los franceses decían “París es una fiesta”.
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